Botella llena y botella abierta.

 


Un día sin trabajo, y sin previo aviso, llegaban visitas a casa. Hoy recuerdo a dos de ellas como si fuera cosa de todos las semanas y pienso que -en realidad- se habría dado de tanto en tanto puesto que los tíos -Pedro y Casiano- trabajaban en tareas rurales y su bajada al pueblo era esporádica.

Los dos tenían una particularidad a diferencia de otros visitantes: Pedro llegaba con una botella embotellada de vino, todo un lujo para esa época, y Casiano hacía lo mismo. Pero mientras uno la traía sin descorchar el otro la taría abierta y con algo de contenido faltante.

Esa situación fue observada por mi que ya me gustaba poner nombres a la gente. Y uno era El tío Botella llena, y otro El tío Botella abierta.

Lo dije una y mil veces y mis padres nunca dieron opinión sobre el hecho.

Pero pasado cierto tiempo se dió la ocasión que calleron ambos por casa en el mismo momento y en la misma circunstancia: comer un asado de capón al horno -con harto orégano-, más la ensalada con lechuga de la quinta.

Las dos botellas fueron puestas sobre la mesa que debío ser corrida de la pared para dar cabida a los invitados.

Y en un momento se me ocurrió preguntar: Tíos. ¿Por qué uno trae la botella sin corcho, y otro descorchada?

Y Pedro dijo: ¡Tal vez Casiano pensó que no habría destapador en casa! A lo que el otro dijo: Yo vengo siempre con la botella abierta. Y algo de su contenido consumido, para ver si el vino no viene picado.

Mi padre sonrió como solo el sabía hacerlo: socarronamente. Destapó la botella de Pedro, y llenó su vaso con el contenido de los dos obsequios.

El vino era marca Canale. Yo era chico, no me dejaron ni oler el corcho, y Casiano me dijo: Si querés Canale conformate con los bizcochos. 

Tal vez uno de esos brindis fue en un Día del Trabajador.

PAPELES CINEMATOGRÁFICOS. Tributos sexuales.



Allá por 1939 comienza la historia de esta película de título tan sugerente que aparece como exhibida en Río Grande el otoño de 1941.

Si aumentan el tamaño en la pantalla podrán conocer detalles de la correspondencia que enviaba la empresa Coliseo de Comodoro Rivadavia, donde además se preguntaba: CORREOS A USHUAIA. con un... Necesitaría me dijera si todavía funciona el correo a Ushuaiam o si ha sido suspendido debido a la proximidad del invierto.

Y como un tema llama al otro en los arvhicos de Clarin aparece una intersante referencia esta película que habrá dado que hablar en el Río Grande de entonces.


 https://www.clarin.com/zonales/pelicula-argentina-concientizar-gonorrea-termino-convertida-porno_0_6ELNZpt6YN.html


24. LOS PUENTES DE LA MEMORIA “Estaba aquí sabiéndose parte de un develado por sus mayores, y desvelado en su futuro”.

 



Desde su silencio nos escucha Eduardo Van Aken. Nos mira, los lee, nos contempla, nos analiza. Pocas veces opina, guarda el estilo de ciertos fueguinos viejos, como en realidad lo es. Se nos acercó con esa firmeza con la cual el fue construyendo, memoria a memoria, foto a foto, papeles en mano, distintos tramos de la historia lugareña, donde revalora el papel paterno, desde su accionar comercial, desde su inserción en la vida comunitaria por medio de la Comisión de Fomento, y antes aún como Delegado del Consejo Nacional de Educación en tiempos en que todo se podía esperar de los vecinos y poco del poder público que seguía lejos.

 

Eduardo nació en Ushuaia el 1 de Octubre de 1918. Hijo mayor del matrimonio integrado por Edward Van Aken y Amanda Traba Fernández. Su padre un belga nacido en Amberes en 1893, llegó a América en 1900, dedicándose en la Isla Picton a la explotación ganadera, eso fue hasta 1914; compartía esta actividad con su hermana mayor, Magdalena Van Aken, y el esposo de la misma Mariano Edwards los que habían conseguido a tal fin autorización del gobierno chileno. Cuando la tarea resultó improductiva, Van Aken se radicó en Ushuaia donde fue empleado de la Contaduría del Presidio, Gerente de La Anónima, y más tarde, al impulso del Gobernador Repetto, comerciante independiente.

 

Repetto, que era a la vez Capitán del Vicente Fidel López, lo estimuló a él y a Fadul a radicarse en el puerto del norte: Río Grande; el sirio fracasó por un incendio en el que perdió todo, el belga tuvo mejor suerte, pero partió para quedarse instalando su comercio y llegado el tiempo logró invertir en ganadería con dos establecimientos, los hoy conocidos como Río Claro, ayer Eva, y San Salvador.

 

Para cuando la familia se traslada a Río Grande, en 1920, doña Amanda ya había dado a luz también a Mario Vicente, en el 20, en tanto que aquí nacería Jorge Amado. La esposa de Van Aken era una puntarenense nacida en 1896, primera hija americana de una familia española. De los tres hermanos solo sobrevive nuestro vecino de hoy, dado que Mario falleció en 1958 en un accidente en Entre Río, en tanto que Jorge lo hizo luego de una prolongada dolencia en el año 1965, lejos también de la tierra que lo viera nacer.

 

Don Eduardo ha construido en su comercio de la calle San Martín un Río Grande pequeño y añoso, el Río Grande de su infancia. Ha recurrido para ello a la tenacidad de sus manos de la que salieron en réplicas las maquetas de los distintos establecimientos que daban vida al pueblo del 21, las cinco casas despertando sobre la costa del río donde él también tenía su hogar, muy cerca de donde hoy está la Prefectura. El Río Grande liliputiense que por él vive, encierra una fundación didáctica inesperada en un hombre de pocas palabras, pero sobrados ejemplos por su preocupación por el ayer, como lo fue su documentada referencia al funcionamiento de la Comisión de Fomento en el Tercer Congreso de Historia Fueguina celebrado en Ushuaia en 1980.

 

La última vez que nos pusimos a dialogar acordamos la importancia –poco reconocida por cierto- que él encuentra en la trayectoria paterna y el reconocimiento comunitario; entonces Don Eduardo reclamaba como una reivindicación la imposición de un nombre en una calle de la ciudad, “gente con mérito, pero no tanto lo tienen”. Eso nos llevó a recorrer el plano de la ciudad y descubrir lo que para nosotros –al igual que a él- resultaba inadvertido, ese espacio que vincula Felipe Vallese con Chacra 4, que lleva el nombre y los dos apellidos de su progenitor.

 

Ahora es tiempo también de mirar al futuro, Van Aken es el único en su familia que se ha quedado en Tierra del Fuego, sus orgullos andan dispersos, uno de ellos se llama Estela Alicia, es la hija que ha sido nombrada en las Naciones Unidas como Directora de Relaciones Públicas, la primera persona no norteamericana en el cargo; Estela Alicia es abogada y escribana y domina tres idiomas...

 

Son Eduardo historiando a su familia, has historiado a nuestro pueblo. Recuerda que el 19 de noviembre de 1928,es la fecha de la constitución de la primera Comisión de Fomento, con la que se inició la organización comunal en el puerto atlántico fueguino. Para aquella fecha él ya no estaba en Río Grande. Las necesidades de progresar en el estudio habían forzado a la familia a desprenderse de su presencia enviándolo a Punta Arenas, bajo la tutela de la tía Magdalena. Es que en Río Grande había nacido la escuela fiscal, pero su funcionamiento fue dispar y esporádico. Todavía no tenía local propio. Y en el calendario de aquella época, donde las vacaciones largas eran de invierno, alcanzó el tercer grado entre 1924 y 1927. Cuarto no lo hizo y en Punta Arenas –Liceo San José- terminaría el 5to y 6to preparatorio. Van Aken comenzó la enseñanza media en el Liceo de Hombres de Punta Arenas, pero el segundo año, cuando hubo que pensar en el conjunto de la educación familiar, ya fueron a parar los tres hermanos a Buenos Aires. Los menores en el Senillosa de los padres Escolapios, él en el Bernardino Rivadavia.

 

En 1937 inició sus estudios de electrónica en la Facultad de Ingeniería, para entonces esta disciplina no estaba estructurada como carrera. Llega a perfeccionarse como radiotelegrafista, estando embarcado en la flota Mihanovich realizando travesías por dos años y algo más tarde entre Buenos Aires, Montevideo y Colonia. En 1939 estudia de radioaficionado y de allí su matrícula LU9CZ. Al año siguiente lo encontramos trabajando en Vespucio, Salta, trabajando con ese oficio de radiotelegrafista en YPF, mientras como radioaficionado había pasado a ser LU4A. Ya para el 43 se había casado con Enriqueta Colombini Petrolini, una prima de una cuñada de la que nacerán sus dos hijos.

 

En 1945 sale de la selva. Vuelve a la electrónica donde después de otro viaje de Radiotelegrafista en el Río Jáchal, esta vez a Nueva York, pone en marcha, con la tecnología que importa, su fabrica de televisores HECTRI en Buenos Aires. Hasta que dejó la actividad en 1977, llegaron a fabricar 3000 aparatos receptores, otros tiempos, otra productividad, había que hacerlo todo...

 

La muerte de sus padres: Eduardo el 10 de septiembre de 1971, y de su madre el 16 de septiembre de 1974 –el mismo año del fallecimiento de su esposa- lo llevó a radicarse nuevamente en Tierra del Fuego. Compró la parte de los hermanos en la sucesión, instaló su negocio de electricidad, volvió a recorrer campos que poblara su padre, y se dedicó a ordenar papeles constituyendo interesantes intentos de reformular lo historico de nuestro lugar.


De mis RASTROS EN EL RÍO, El Sureñó 1992.

 

José María Méndez: Mi vida como fotógrafo.

 


Desde el pasado domingo tengo en mis manos el ejemplar de este libro logrado por José quien desde hace unos cuarenta años desarrolla en el medio fueguino la tarea de “fotógrafo de sociales. No hace mucho lo conocimos cantor, y con ello hubo un CD que refleja las cualidades de su voz, e tantas chacareras se lo cree santiagueño, pero Méndez es salteño, y llegó a Río Grande por los mandatos del servicio militar en 1978, y aquí hizo lo suyo.

El libro reúne sus recuerdos conducimos en el plano literario por Luís Cardarelli, y no se inclina a miradas técnicas de su actividad, sino a reflejar conflictos humanos, situaciones enérgicas en una profesión que algunos suponen mansa.

Nos sitúa en las últimas décadas del siglo que pasó, y se proyectan hasta el presente, cuando ya las prácticas de registro de imágenes no dan la misma perspectiva que se tenía en un pueblo con marcada movilidad social.

Mi vida como fotógrafo no me regalado muchas oportunidades para sonreír.

Para el crease o no trascribo uno de sus instantes.

LA INJUSTICIA TUVO SU CASTIGO

Cada vez que saco fotos pregunto el domicilio para cuando está reveladas las acerco, y de paso cobro el trabajo si la suerte me acompaña, porque hubo veces que no fue así. Depende como me traten yo le fío, porque no cuesta nada fiarle, porque es una miseria de pesos.

El siguiente caso es referido a una persona que vive en la parte céntrica de la ciudad de Rio Grande, en Monseñor José Fagnano al 900, a quien le llevé las fotos que le había sacado. Cuándo me vio exclamó ¡Oh, el fotógrafo! Le entregué las estampas, las miró una y diez veces diciendo ¡Muy lindas! Al final dijo. –Hoy no tengo plata, venga mañana.

Al otro día fui y… No había nadie. Al siguiente observé que estaban porque al verme cerraban las cortinas y se escondían; yo golpeaba la puerta y sentía que se reían. Y así pasaron varios días hasta que un día salí bien enojado para esa dirección, agarré todas las fotos y las rompí picándolas en pequeños pedazos dejándolas en un rincón del nicho de gas.

Habrían pasado tres días o cuatro cuando me llamó la directora de la escuela diciéndome que quería hablar conmigo. En ese momento recordé que cuando ella era maestra, me contó que a su hijo le quitaron la bandera porque el padre no iba a rezar a la iglesia, ya que el muchacho era alumno de la escuela Don Bosco y por más que tenía buen promedio como el padre no iba a rezar, le quitaron ser abanderado.

A esa situación yo la consideré injusta, y la maestra me conto que su hijo quedó mal, muy triste que al ver que en un colegio católico permitieran esa injusticia y siempre guardaba eso que nos contó quien ahora era directora.

Cuando llegué a la escuela entré para hablar con ella, y lo primero que me dijo es que tenía una queja en mi contra. Y cuál es la queja, respondí. Una señora trajo unas fotos a las cuales usted las rompió. Sí, yo las rompí. Las veces que las llevaba para que me pagaran el trabajo, que hacía como diez meses que hice las tomas, cerraban las cortinas y por más que llamaba a la puerta no atendía. Y se acuerda usted cuando a su hijo le quitaron la bandera por que su marido no iba a rezar, eso también fue una injusticia. Y lo lamento por el hijo, pero mi acción la hice por ella.

Después de ese descargo que realicé, la directora me dijo, Méndez, siga sacando fotos en la escuela, a la cual agradecí.

El libro termina con un escrito de Jorge Bruzo donde estaca la labor de nuestro fotógrafo en torno a las “Jineteadas fueguinas”.

 


23. LOS PUENTES DE LA MEMORIA. “Yo la recuerdo así, mansa entre los valientes, valiente entre los mansos”


Mi segundo regreso a Río Grande fue el 11 de abril de 1960.

 

Aún recuerdo el primer paseo que de la mano de mi padre diera al día siguiente. Entonces recibí una lección política que tardé muchos años en entender.

 

Durante mi primera infancia me había formado la idea que este pueblo tenía toda la apariencia de una City del Far West: una ancha calle polvorienta, asimétricas construcciones de madera, hombres rudos al paso o a caballo.

 

La realidad no se mostró con colores o matices muy distintos a los de la imaginación.

 

La esquina de Alberdi y Espora mostraba al Bar Colo-Colo, la herrería de Verategua encerrada en la construcción más antigua de la población, una esquina libre –la de Barrientos- esperando mejores tiempos para mejores construcciones, y la imponente estructura de “material sólido” donde vivía y aun vive Doña Isabel.

 

Siguiendo hacia 9 de Julio –debo aclarar que la descripción de las calles no fue cosa del momento si no un recurso para reemplazar:”los de arriba” y “los de abajo” que nos guiaban a los lugareños de antaño; asi conocía el galpón donde hacía mucho funcionó la usina de Pinola y Martínez, la casa de “Mejoral” y el bar y pensión de Carlos Santana. Esta última construcción fue la primera de este lado del río, donde había un palenque para atar los botes.

 

Así supe que en Río Grande, las casas eran bienes muebles.

 

Toda una arteria comercial –callecita del Oeste- era la que reunía en una cuadra al hotel de altos de Alarcón, el Club San Martín, el taller de Visic del que enamaba el progresista aroma de la grasa y la nafta, la tienda de Berlín –en realidad ya era de Antonio Falgueras- y la antigua Casa Raful. Todo esto se lo llevaría el fuego al año siguiente.

 

Si no fuera porque mi padre me contaba las historias elementales de cada paso, no habría podido saber mucho de esas viviendas, por que no tenían frecuentemente el número en la puerta, carteles comerciales en la calle y no era fácil encontrar el nombre de las arterias.

 

En la confitería de Ramírez –Los Angelitos- hacía su parada en aquel momento Antonio Chiocca con su auto de alquiler, y a la mitad de la vereda, hacia la mole inexplicable del Banco Nación, apareció Don Antonio Salfate, con su simple y pequeña figura venía a vendernos un entero de la lotería del Chubut, dinero que recuperamos gracias a la terminación 13.

 

El centro estaba plagado de baldíos, a tres casas por cuadra: el Banco sin veredas, la casita del Juez, el Hotel de Avelino.. ¡qué inversión tan grande!

 

Tanto habíamos andado para mis siete años que allí decidimos volver. Y fue cuando mi padre –como señalando horizontes- fue apuntando con el dedo lo que se veía más lejos: escuela fiscal, humeante usina, la biblioteca Schmidth –“el hombre suicida”- la casa Triviño, donde funcionaba la ferretería de Tanarro y la tienda de Gutraich, la pensión Soto –anexo sodería- y el Club Juvenil Belgrano junto a la tienda de “La calala”, el cine, más corto que hoy visto de costado y con el techo de Ondalit, el quiosco de la esquina –el único kiosko- y frente nuestro la “Delegación de Gobierno”, y el lugar donde estaba el monumento de Evita.

 

La creación de la Gobernación Marítima de Tierra del Fuego trajo en la Isla un proyecto de modernización que incluyó en poco tiempo edificaciones en mampostería que pasaron a ser las referencias del deambular, en la precaria población de los años cincuenta. El edificio de Correos –tan lejos pero tan amplio- los Cuarteles de la Obra de Marina que recibieron los efectivos navales que reemplazaron las primeras tropas del Ejército que, en su construcción y habilitación, emplearon ladrillos de barro cocidos en la “fábrica” que Soto tenía cerca de la vera del río. La Plaza recién descercada   mostraba el atalaya del agua, y el frente del edificio de Obras Sanitarias de la Nación. Más allá la escuela del estado que se numeraba 19 durante el tiempo que fuimos provincia, parecía una fortaleza, y la fortaleza del Casino de Oficiales que durante mucho tiempo siguió llamándose “Delegación”.

 

Junto a una migración calificada de funcionarios y artesanos de la construcción, se dio también, al impulso del descubrimiento de petróleo –alumbrando promesas de gran prosperidad- la argentinización de las costumbres, y entre ellas: la política.

 

El Primer Plan Quinquenal que anduvo detrás de muchas de las realizaciones mencionadas –y de la polarización del país- alcanzaba a Tierra del Fuego. De una comarca inexistente para la expresión popular pasó –merced a la Constitución del ’49- a la elección de representantes a la Cámara de Diputados. La Fundación Evita dio pie para que gente con inquietudes levantara en la esquina de San Martín y Elcano la Unidad Básica donde junto al proselitismo, se enseñaba a coser, se ayudaba a los niños después de las clases y se alistaron los contingentes infantiles que por primera vez saldrían de la Isla, a “representarnos en el norte”, en los juegos “Evita”.

 

Y se dio la primera elección presidencial en la que el voto fueguino pudo manifestarse; el peronismo ganó la reelección en Río Grande, claro: por un solo voto en el pequeño padrón.

 

Cuando en el invierno de 1952 la primera dama de la Nación es ganada por el cáncer, Río Grande experimentó las reacciones de todos los argentinos, y meses más tarde el pueblo vio descubrirse las marmolea figura de Evita, sobre alto pedestal de más de dos metros, en el cual colocaron tres placas de bronce con leyendas que hoy nadie puede recordar.

 

Allí, donde hoy se levanta la figura de Tomás Espora estaba el templo de la devoción popular, y fue donde con la presencia de la “legisladora” Esther Fadul, el Comisionado Municipal José Finocchio, el Delegado Zona Norte, pueblo y demás autoridades, el 19 de enero de 1953 se levantó el monumento a la madre de la revolución justicialista. Entre sentidos discursos de los presentes, entre respetuosos silencios.

 

Este fue el lugar más cercado y eludido hasta septiembre de 1955 cuando los adláteres locales del golpe se ensañaron  -más que con cualquier institución o persona- con el símbolo estatuario del busto de Evita.

 

Mientras la dirigencia local del partido era recluida o se ocultaba prudentemente, mientras las fuerzas del Capitán Fonrouge ocupaban la casa partidaria para instalar dependencias gubernamentales, una cohorte de amigos del nuevo gobierno llegó hasta el busto con un tracto y atándolo fuertemente comenzaron a derribarlo.

 

Fue entonces que, con más valor que vergüenza apareció en esta –mi primera lección política- Doña Verónica. Venía del frente, de esos escasos cincuenta metros que separaban la cocina de su casa de pensión que fue hogar para tantos nuevos riograndenses, venía de un tiempo de experiencias simples de dignificación  y oportunidades para la mujer, venía de una amor visceral por una figura trascendental para los destinos de un pueblo.

 

Venía de un pueblo.

 

Ella, que seguía siendo chilena, quiso que esos argentinos del tractor no cometieran su atropello y como estatua fue golpeada y arrastrada... pero Doña Verónica no fue destruida.

 

Mientras han pasado al olvido los restos materiales del monumento de Eva Duarte de Perón, el gesto de Doña Verónica Soto saliendo de sus ollas –quien sabe con el delantal puesto- se transforma en la dimensión del tiempo en la primera actitud pública y valiente de carácter cívico, en una comarca de arrepentidos.

Foto: El busto de Evita que nunca fue repuesto en el lugar. La esquina vacía. La pensión Soto. La casa de Heraclio -Tito- Ibarra.....

 

CINCUENTA AÑOS DE RADIO NACIONAL RIO GRANDE. Partes de un todo 7.

 


EL ANUARIO. Durante años el mes de diciembre tenía preparados a los oyentes de LRA 24 a ir escuchando los recuerdos acumulados por Leda Soto, identificados como EL ANUARIO, un mosaico de múltiples voces a nivel local, nacional e internacional, que nos iba permitiendo reflexionar en aquello de “como progresa el silencio”. Yo le ayudaba con una leve pauta horaria identificada como En los pasos del tiempo. Y así la radio aparecía como una urgencia no solamente signada en el reflejo del presente, sino también del futuro.

PAPELES CINEMATOGRÁFICOS. Alas de mi patria.

 



Nuestra secuencia documentada sobre los hechos que marcan la protohistoria del cine en Río Grande muestra un nuevo despacho desde Comodoro Rivadavia.

Y con ellos un enunciado en el final de una película argentina de la cual tomamos noticias por wikipedia

 

Alas de mi patria es una película argentina en blanco y negro de género semidocumental dirigida por el chileno Carlos Borcosque sobre su propio guion, que se estrenó el 5 de abril de 1939. Su trama se refiere a la historia de la aviación argentina entre 1908 y 1938 y sus principales protagonistas fueron Enrique MuiñoMalisa Zini , Delia GarcésAlberto AdhemarPablo PalitosOscar Valicelli y Daniel Belluscio.

Producción

En 1937 la empresa Argentina Sono Film contrató a Carlos Borcosque para dirigir 6 películas en 2 años. Borcosque, que era de nacionalidad chilena, había viajado de niño a la Argentina, país donde, ya adolescente, se vinculó a la naciente aeronáutica trabajando como periodista especializado en esa área y obteniendo su brevet de aviador. A los 21 años volvió a su país de nacimiento y sin abandonar su interés por la aviación se dedicó a la cinematografía y dirigió varias películas mudas. Más adelante viajó a Hollywood y trabajó como periodista, ayudante de dirección y, finalmente, como director de cine. Al ser contratado por Argentina Sono Film escribió el guion de Alas de mi Patria en los 17 días que duró el viaje en barco hasta Buenos Aires. En una época en que el cine argentino trabajaba desorganizadamente, Borcosque llegó con una técnica de trabajo aprendida en Hollywood que era distinta. Hacía planes de trabajo por secuencia: decorados, vestuario, utilería, personajes, etc. y con ello reducía considerablemente los costos. En el filme participó como asesor aeronáutico Raúl Apold, que había sido compañero del director en el Colegio La Salle Buenos Aires, que más adelante tendría un extenso desempeño como Subsecretario de Informaciones durante la presidencia de Juan Domingo Perón.

Sinopsis

Es una película semidocumental en la cual se narra una trama de ficción engarzada en acontecimientos realmente ocurridos en la historia de la aviación argentina entre 1908 y 1938.

Sobre la película escribió el crítico Domingo Di Núbila:

”Deslumbró a muchos … por los destellos de su realización, particularmente el espectáculo de varias escenas, el empleo frecuente de travellings y el sentido de la dinámica en el montaje. En su ritmo y en toda su concepción y desarrollo visual fue lo más parecido a una típica producción de Hollywood que se había hecho hasta entonces en la Argentina. Contribuyó a establecer confianza en el progreso formal de nuestro cine, dio alas a la imaginación de directores y técnicos y fijó la medida, en el ámbito local, de la vibración que gana un film con el manejo pujante de sus componentes cinéticos. Impulsó, en suma, la agilización de la acción en películas argentinas”. ​